Dicen que a veces las ciudades tienden a arrimarse a la luz
lo máximo posible. Cuando la tocan beben de ella y la convierten en fruto. Será
por eso que todas las primaveras un aroma invisible se apodera de las calles y
las plazas de la ciudad hacia la que nos dirigimos hoy. Un lugar que queda embriagado del olor de los naranjos.
El color de esta misma fruta tiñe, a su vez, una fiesta que
tiene cabida por el mes de Marzo. Y es que la luz de naranja intenso será la
que se pueda ver en esas fechas por las calles de esta ciudad cuando muchas de
sus esculturas se hagan añicos.
La naranja también nos ofrece un sabor único en este lugar
pero si entramos en tema de sabores… la ciudad que hoy visitamos les permitirán
las mejores delicias para su paladar que van desde una buena paella hasta la
conocida horchata.
Si prestamos atención… nuestro destino también tiene un
sonido característico como es el estruendo de sus explosivos. Explosivos que no
hacen daño a nadie, solamente hacen vibrar con sus ensordecedores sonidos.
Y es que… la ciudad que queremos enseñarles se define por sí
sola ya que pueden sentirla con sus cinco sentidos: el olfato, la vista, el
gusto o el oído. Tras acabar nuestro trayecto, ustedes mismos sabrán que tacto
tiene. Así que vayan preparando sus maletas porque hoy ponemos rumbo a
Valencia…
La ciudad de Valencia es una de las más antiguas de la
península Ibérica, pasando por ella romanos, visigodos y musulmanes. El Cid la
conquistó en el año 1094 y Jaime I la reconquistó en el 1238.
Sin entrar en más datos históricos… lo interesante de este
retroceso en el tiempo es volver a sus orígenes aún visibles en el casco
antiguo. Y es que sin pasean por allí podrán comprobar el aire medieval que aún
se respira. Para mejor ejemplo, solo tienen que fijarse en las Torres de Quart
o las Torres de Serranos que servían como puertas para custodiar la antigua
ciudad cristiana. Al final de la Edad Media, Valencia vivió un amplio periodo
de esplendor. Fue en ese momento de prosperidad comercial cuando los mercaderes
de la época construyeron uno de los monumentos más preciados y visitados de la
ciudad: La Lonja de la Seda.
Este edificio civil es la obra culmine del estilo gótico
valenciano. Tal es su belleza que fue elegido para celebraciones reales como la
visita de Felipe II o la boda de Felipe III
Este edificio es uno de los ejemplos más significativos del
siglo de Oro Valenciano. Una etapa de gran desarrollo económico y de gran
influencia política y cultural. Tanto es así que su nombre, Lonja de la Seda,
deriva de este periodo de bonanza cuando el tejido de la seda era la industria
más potente de la ciudad aunque con los años fue en declive. Aún así, este
edificio sigue llamándose La Lonja de la Seda en homenaje a esa primera
industria valenciana que duró tantos siglos.
Una vez que hayan contemplado la espectacular arquitectura interior
de este edificio podrán dar un paseo por su conocido Patio de los Naranjos. El
lugar es un espacio tranquilo y relajante que cuenta con diversos naranjos y
cipreses y con una fuente central en forma de estrella de ocho puntas. A su
alrededor, hay unos bancos de piedra para descansar mientras se observan las
satíricas gárgolas, los detalles de la fachada de la Sala de Contratación y los
de la puerta del Consulado del Mar, al que se puede acceder desde el mismo
patio a través de una amplia escalera de piedra al aire libre.
Dejando a un lado la Plaza del Mercado donde se sitúa esta
Lonja… nos dirigimos a probablemente al lugar más importante del centro
valenciano: la Plaza de la Reina. Allí, además de degustar los helados más variados,
entraremos a la Catedral, caracterizada por una alta torre octogonal llamada
popularmente como Miquelet o Miguelete. Su nombre se debe a que la campana de
este campanario fue inaugurada el mismo día de San Miguel. Allí podrán
disfrutar de unas estupendas vistas de toda la ciudad donde perfectamente
apreciarán la contraposición antigua y moderna que tanto caracteriza a
Valencia.
Si se detienen en su arquitectura, no pasarán por alto un
detalle que llama la atención de todos los visitantes. El edificio posee tres
puertas pertenecientes a distintos estilos arquitectónicos: el románico, gótico
y barroco debido a la tardanza en su construcción, llegando a superar los 500
años.
Una vez dentro podrán ver varios tesoros artísticos además de
venerar el famoso Santo Cáliz que diera lugar a tantas leyendas renacentistas
como la de los caballeros de la Tabla Redonda. La leyenda de esta reliquia dice
que, a la muerte de la Virgen María, los discípulos de Jesús se repartieron
todo lo que guardaba y que San Pedro se llevó este cáliz a Roma. Con las
frecuentes persecuciones sufridas por los cristianos, finalmente acabó en manos
de los monarcas de la corona de Aragón para ser posteriormente instalado en la
catedral valenciana.
Además de mirar a la historia, Valencia también mira al mar,
concretamente al Mediterráneo, lo cual les permitirá disfrutar de un tiempo
inmejorable la mayor parte del año. Así que los más atrevidos pueden aprovechar
la llegada de la primavera para darse un chapuzón o para comer en la multitud
de bares y restaurantes la típica paella valenciana.
Si lo que desean es simplemente pasear y respirar el aire
marítimo, solo tienen que perderse por el amplio paseo para ver cantidad de
barcos en el puerto marítimo de la ciudad. Y es que… las aguas valencianas
también han acogido dos importantes eventos de barcos de vela con la America´s
cup, el trofeo deportivo más antiguo del mundo.
Además de contar con mar, la capital levantina también esta
bañada por un importante río, el Turía que antiguamente pasaba por una zona
céntrica de la ciudad que ahora está repleta de jardines. El cauce del río se
desvío en el año 1957 a causa de unas fuertes inundaciones. Desde entonces, su
caudal seco se ha ido ocupando con vegetación y lugares de ocio para los
valencianos y por supuesto, para todos aquellos visitantes que quieran
descansar en sus trayectos ya que se encuentra muy cerquita del casco
histórico.
Esta zona de descanso no es más que un ejemplo de como
Valencia crece. La ciudad ha conseguido en los últimos años un desarrollo
vertiginoso visible en la creación de nuevos barrios o imponentes edificios. Lo
cual pone de manifiesto la apuesta que hace esta capital en el cambio y el
progreso.
Sin ir más lejos, es de obligada visita la ciudad de las
Artes y de las Ciencias, obra del conocido arquitecto Santiago Calatrava y
Félix Candela. Este complejo arquitectónico se construyó con la intención de
dar a Valencia un lugar emblemático de carácter turístico y cultural. Se trata
de un espacio blanco y reluciente que imita el esqueleto de un cetáceo con
piscinas de intenso color turquesa.
Esta ciudad de las Artes y las Ciencias cuenta con cinco
edificaciones que no se pueden perder. En primer lugar, el Hemisférico, un
edificio con forma de ojo dedicado a las proyecciones de cine IMAX y
planetario. El museo de las Ciencias también forma parte de este complejo y
acoge diariamente a cientos de turistas. Se trata de un inmenso museo
interactivo de ciencia situado en un edificio con forma parecida al esqueleto
de un dinosaurio. Los amantes de la naturaleza preferirán L´Umbracle, un
precioso paseo ajardinado con especies vegetales autóctonas de la Comunidad
Valenciana y una galería de arte al aire libre de autores contemporáneos.
El Oceonográfico es el reclamo turístico principal de este
parque de ocio ya se trata del acuario más grande de Europa donde disfrutarán
de especies marinas de todo el mundo.
Ya por último, encontramos el Palacio de las Artes Reina
Sofía, un edificio dedicado a la música y a las artes escénicas.
Aunque si son de los que prefieren tradición a modernismo,
Valencia tiene de sobra. Uno de los detalles más curiosos proviene de los
abanicos, objeto muy español y fabricado precisamente en esta ciudad. Es tal su
difusión que sus talleres se han convertido en los principales exportadores de
estos objetos.
Tal es la vinculación de Valencia con la tradición que muchos
barrios se han arraigado al pasado, así que para todos aquellos nostálgicos,
seguro que disfrutarán en muchos de sus barrios de todos estos vestigios. Una
de las plazas más típicas es la Plaza Redonda donde cada viernes muchas mujeres
se dedican a las labores del encaje de bolillos. Una estampa muy típica y
entrañable si desean pasear por esta parte de la ciudad.
Y hablando de paseos… si visitan Valencia no pueden descartar
esta opción. Y es que la ciudad a falta de recursos, también cuenta con su
propio Parque Natural adosado. Se trata de L' Albufera, donde podrán pasear en
barca para conocer aves acuáticas de todo tipo ya que se trata de un lugar de
descanso para muchas especies migratorias. Todos estos detalles convierten al
Parque Natural en uno de los principales humedales de la Península Ibérica.
El ruido en estado puro evoca las fuerzas de la naturaleza:
volcanes, meteoritos, tormentas, truenos… en general, el ruido implica espanto,
hostilidad aunque también energía, poder o asombro. Ésta es una de las bases de
su fiesta más típica, que coincidiendo con su viaje conocerán de primera mano
porque ya sean o no valencianos, las Fallas es una fiesta para todo tipo de
personas ya que se vive en cada una de sus calles.
Las Fallas valencianas son una de las fiestas más importantes
de España, de hecho, se proclamaron Fiesta de Interés Turístico. Sin embargo,
hasta que no están allí no entenderán el arraigo a esta tradición. Sus orígenes
se remontan a la víspera de San José cuando se quemaban en una hoguera
purificadora las virutas y los trastos viejos que les sobraba al gremio de los
carpinteros. Ya a mediados del siglo XVIII las calles valencianas se llenaban
de hogueras para quemar monumentos satíricos y burlescos en los que se exponía
la vergüenza pública. En la actualidad son las denominadas fallas, que buscan
desde su sátira más profunda hasta su vertiente más artística. Tal es su
envergadura que, cada año, muchos pueblos valencianos preparan sus propios
“ninots” para quemarlos posteriormente en el día de San José en la denominada
Cremá, día de clausura de las fiestas.
Pero no solo el día de San José es el más importante de la
fiesta. Los valencianos vienen preparando las Fallas desde el último domingo de
febrero en un acto llamado la Crida, donde la Fallera Mayor realiza una llamada
a la iniciación de los festejos. Desde ese mismo momento, se dan por comenzadas
las Fallas.
Ya en días posteriores, se comienzan a instalar los ninots
elaborados durante todo el año. Todos ellos participaran en un concurso abierto
al público donde solo uno se salvará de la quema y se considerará el mejor de
ese año. Los demás están condenados al fuego.
La despertá es otro de los actos más sonoros de la fiesta y
es que cada día, los falleros despiertan al resto de vecinos tirando al suelo
petardos, los cuales explotan al golpear el suelo.
Aunque sin duda, los días que más protagonismo cobran son los
del 17 y 18 de Marzo que es cuando se realiza la ofrenda a la Virgen de los
Desamparados, patrona de la Comunidad Valenciana. En ella, cada fallera ofrece
un ramo de flores con el que se confecciona un espectacular tapiz de flores a
modo de manto que cubre el cuerpo de la Virgen en una estructura de madera que
permite ir entrelazando los ramos para formar impresionantes diseños. Esto,
sumado a los 14 metros de altura de la Virgen, dotan a la ofrenda de una gran
vistosidad.
Además, del 15 al 19 de Marzo, cada noche tiene lugar el
Castillo de Fuego en el que se dispara, junto al antiguo cauce del río Turía,
fuegos artificiales.
El más importante y espectacular de los castillos es el
conocido como 'La Nit del Foc', que se dispara la noche del 18 al 19
de marzo, y durante más de 20 minutos. Es en ese momento cuando miles de
kilogramos de pólvora iluminan el cielo de Valencia, llegando a congregarse más
de un millón de personas para presenciarlo.
Lo que oyen son las famosas “mascletás”, uno de los actos más
esperados por valencianos y turistas. Tiene lugar todos los días a las 14:00
horas, desde el 1 de Marzo hasta el día 19. Se trata de un verdadero
espectáculo pirotécnico con el que se consiguen diferentes efectos de sonoridad
y sensación, haciendo que explosionen en el suelo o atados a las cuerdas que sujetan
las mechas.
Como ven, Valencia se empeña en mantener el equilibrio entre modernidad y tradición. Desde lo más grande a lo más pequeño, la ciudad se reordena en pequeños fragmentos donde todo parece encontrar su sitio. Es cuestión de gustos, pero es innegable que las transformaciones posteriores han alterado la tradicional imagen valenciana. Y es esto lo que le da un toque distinto… quizás en el pasado podríamos palpar los materiales más robustos y ostentosos de la época de esplendor, pero en la actualidad priman nuevos materiales que dotan a la ciudad de un aire más moderno. Es este medio camino entre lo medieval y lo contemporáneo, lo que nos despista en su textura, porque como han podido comprobar… Valencia es otra dimensión y aunque el sabor, el olor, la vista y el oído esté más que claro… el tacto sigue siendo un misterio por descubrir.
Como ven, Valencia se empeña en mantener el equilibrio entre modernidad y tradición. Desde lo más grande a lo más pequeño, la ciudad se reordena en pequeños fragmentos donde todo parece encontrar su sitio. Es cuestión de gustos, pero es innegable que las transformaciones posteriores han alterado la tradicional imagen valenciana. Y es esto lo que le da un toque distinto… quizás en el pasado podríamos palpar los materiales más robustos y ostentosos de la época de esplendor, pero en la actualidad priman nuevos materiales que dotan a la ciudad de un aire más moderno. Es este medio camino entre lo medieval y lo contemporáneo, lo que nos despista en su textura, porque como han podido comprobar… Valencia es otra dimensión y aunque el sabor, el olor, la vista y el oído esté más que claro… el tacto sigue siendo un misterio por descubrir.